Una vez más hemos
elegido una isla del Mediterráneo para desconectar en nuestras
vacaciones. Al igual que en las otras islas ya visitadas, Creta y
Sicilia, nuestro interés era variado. Córcega es una isla capaz de
combinar el mar y la montaña, hasta el punto de poder disfrutar de
playa y deportes náuticos en verano y deportes de nieve en invierno.
Rebuscando también podemos localizar yacimientos arqueológicos,
museos con pinturas importantes, capillas recónditas con frescos
magníficos con más de 600 años o descubrir las innumerables Torres
Genovesas vestigios de otra época gloriosa. Por su puesto en cuanto
a la gastronomía son productores de vinos y chacinas variados,
aderezadas con gran cantidad de quesos. Otro de nuestro objetivo era
la observación de la fauna del lugar y en concreto de 3 especies de
aves endémicas de la isla.
Nuestro viaje comienza
en Sevilla donde volamos hacia Bastia pasando por Barcelona. El
regreso lo hicimos por los mismos aeropuertos. Nuestro alojamiento se
encontraba a 10 minutos del aeropuerto. Este año hemos optado por
una casita en una urbanización rodeada de pinos y alcornoques junto
al lago Biguglia y a la playa.
La isla tiene una
longitud de 183 kilómetros en su parte más larga, es decir,
incluyendo “Cap Corse” y 83 kms. en la zona ancha. Estas
dimensiones unido a la falta de buenas infraestructuras y a su
ortografía le confieren una dificultad añadida a la hora de visitar
los aspectos de más interés de la misma.
DÍA 12.-
Aterrizamos sobre las 12
de la mañana por lo que tarde la dedicamos a realizar una incursión
en Cap Corse y ver las primeras Torres Genovesas, otrora oteaderos
vigilantes de las invasiones. Regresamos pronto para tomar posesión
del alojamiento.
DÍA 13.-
Como todos los días en
adelante nos levantamos sobre las 6:30 y que a la postre fue un gran
acierto, de lo contrario no hubiesemos podido cumplir con nuestras
expectativas. En primer lugar nos dirigimos a Porto con la intención
de coger un barco para visitar la
RN Península de Scandola. En sus
acantilados se pueden observar criando Águilas pescadoras. El fuerte
viento y el mar embravecido nos lo impidieron. Sin pensarlo cambiamos
el orden de los días. A un par de kms. Se encuentran las calas de
Piana. Allí observamos un joven de
Cormorán moñudo y un adulto de
Gaviota de Audouin, pudiendo también escuchar por primera vez la
Curruca sarda.
Durante el camino se nos
cruzó un macho fugazmente. Según nos cuenta un ornitólogo francés
que encontramos, en el pueblo de Piana y junto al descampado del
campo de fútbol observó sin dificultad
Curruca sarda (42.239007,
8.637635).
Desde allí nos
dirigimos al Bosque de Aitone. Un poco después de Evissa comienza la
inmensa masa forestal de coníferas. La
tarea de buscar aquí ciertas especies parecía complicarse. La
casualidad hizo que en la primera estación de búsqueda nos
tropezáramos con otro ornitólogo que nos indicó que hacia media
hora había observado en un Trepador corso (42.272862, 8.845272)
pululando por las copas de unos pinos en un claro del bosque. Nos
desplazamos a la zona y tras un rato de espera vimos un ejemplar
sobre las copas. No fue hasta un rato después cuando bajó a media
altura y pudimos disfrutar de un macho espectacular.
Con
la alegría propia del momento decidimos continuar con nuestra
planificación del día. En este caso, la localización de dos
capillas recónditas en mitad de ninguna parte. En ambas había que
buscar a los “guardianes” de las mismas que custodiaban las
llaves. Tras múltiples peripecias para conseguir tan preciado tesoro
y tras recorrer caminos abandonados, senderos diría yo, llenos de
hierbas, disfrutamos de la primera de esas maravillas imposible de
describir con palabras, la Iglesia de San Nicolao en el pequeño
pueblo de Sermano. Capilla del siglo XV dentro un pequeñísimo
cementerio de no más de 10 sepulcros en el suelo, algunos de 1900,
y que en cuyo interior se encuentran unos frescos increíbles. Aunque
he de confesar que no soy pro fenómenos inexplicables, tengo que
decir que en el interior de la capilla parecía haber una “energía”
que se sentía.
Otra
cosa curiosa que nos ocurrió fue que cuando Polette, “la guardiana
de la llave” y señora nonogenaria nos la entregó nos dijo: “Tened
calma, la ida se hace con impaciencia y el regreso confundido”.
Tomamos la llave y comenzamos la bajada hacia no sabíamos donde.
Transcurrido unos 10 metros y sentado en el escalón de una casa
abandonada, como casi todas en el aquel lugar, un gato se nos acercó
y después de ronronear entre mis piernas tomo la iniciativa y
poniendose delante cual guía, nos llevo sin perdida hasta el campo
santo después de algo más de un kilómetro. Esperó que abriésemos
la reja, pudiendo haber penetrado entre los barrotes, y marchándose
directamente a la puerta de la capilla, se subió al escalón de
entrada, bastante alto por cierto y esperó mientras que nosotros
contemplábamos la misma desde el exterior y el pequeño cementerio.
Al abrir la puerta con la enorme llave, el gato, como no podía ser
de otra manera, accedió al interior el primero. Una vez dentro nos
embargó la emoción, se sentía una magia en el ambiente ya que
además el gato se había posicionado delante del altar y contemplaba
fijamente los frescos como si estuviese disfrutándolos incluso
valorando el arte que ante nosotros teníamos. Cuando lo consideró oportuno y después de un rato de “meditación”, el gato se salió
de la capilla y se fue a uno de los sepulcros, concretamente de 1907
y se sentó en encima donde permaneció un buen rato mirando la
lápida. Después de un par de minutos tomando fotos de los
exteriores y tras haber cerrado la puerta de la pequeña capilla, el
gato desapareció. Con serias dudas de lo ocurrido retomamos la
subida tal como la “custodiadora” nos había precedido. Cuando
llegamos de nuevo a su casa, nos preguntó por la experiencia vivida
con una sonrisa enigmática. Ese fue el momento en que decimos
marcharnos.
No
sin falta de emociones y bastante cansados por el largo día y las
vivencias tenidas aun encontramos fuerzas y ganas para buscar otra de
las joyas de la zona, en este caso la Iglesia de San Quilico del
siglo XIII en el pueblo del mismo nombre. Esta
iglesia está rodeada de enigmas. De estilo Románico, tanto su
decoración como su fundación son tardíos. Otro aspecto curioso
parece ser su emplazamiento rodeada de pequeñas iglesias que sí cumplen con los estándares cronológicos.
Resulta
increíble que estas maravillas hallan superado el paso del tiempo
casi intactas. Imagino que su ubicación ha resultado clave. En la
imagen inferior, un hombre matando a la serpiente. Simbología
permanente de la tentación, haciendo clara referencia a Adam y Eva.
Finalizamos
la jornada ya tarde con un baño en las playas de Bastia.
Día
14.-
Esta
mañana nos hemos desplazado a Vizzanona, pequeño conjunto de casa
alrededor de una estación de tren muy cerca del Puerto de Montaña
del mismo nombre y sede de deportes de invierno. Aquí la intención
era localizar el Verderón corso y el Piquituerto. Este último es
una subespecie. Tras permanecer por la zona al menos tres horas tan
solo conseguimos localizar una hembra de Piquituerto (42.127858,
9.132684), mientras que la otra especialidad de la isla y objeto de
búsqueda resultó infructuosa.
Siguiendo con nuestros planes nos dirigimos del centro al norte,
hacia Calvi. Preciosa ciudad coronada con una gran Ciudadela que
alberga el casco antiguo de la ciudad donde se entremezclan los
turistas y los habitantes de la misma. En la entrada de su puerta
principal de puede leer este lema que hace referencia a la
resistencia mostrada por la cuidad en defensa de la república
Genovesa ante el asedio de la Armada Británica.
Como ciudad costera que es, posee una “Marina” con gran cantidad
de yates, siendo lugar de recreo, preferentemente, de algunos
franceses de economía “solvente.
De
regreso al alojamiento paramos el “L´îl Rousse”, pueblo-
urbanización de verano, donde pudimos oír y ver moviéndose por el
maquis costero a la Curruca sarda (42.638672, 8.978200).
DÍA
15.-
Hoy
nos hemos desplazado de nuevo a Porto con la intención de realizar
el recorrido en barco. En esta ocasión los “hados” nos fueron
propicios. Increíble paisaje costero volcánico lleno de magia y
simbolismo. Un poco antes de embarcar nos dio tiempo de visitar la
Torre Genovesa restaurada con enormes vistas de la ciudad y sus
alrededores.
Ya
desde el mar, los acantilados con sus cuevas impresionan. Además el
paso del tiempo y la imaginación han “modelado” la orografía de
los mismos pudiéndose observar formas caprichosas en las rocas, como
la roca que se asemeja al “Moro” de la bandera de Córcega o la
roca Elefante.
De
regreso entramos en la cuidad de Corte a visitar su ciudadela. Hoy en
día museo, conserva los vestigios de la época.